25 de junio de 2017

JORNADAS DE ALTA LITERATURA


Algo así como el maná que los hebreos recibieron, caído del cielo. Como un regalo inesperado en momentos en que la sequía cultural amenazaba con destruirnos. De esa manera hemos recibido las jornadas que, bajo el título general de “La ficción de la Historia” se han celebrado en el Instituto Río Verde en varias semanas de mayo y junio.
No han sido unas jornadas corrientes. Han alcanzado una envergadura y calidad literaria tan alta que no puedo menos que escribir estas líneas en agradecimiento a quienes las han promovido y para que quede testimonio del logro tan importante que la Fundación Banús y la mujer concreta que lleva estos temas, la profesora Carmen Díaz, han conseguido trayendo a personajes casi míticos en el ámbito del libro, de la novela y de la historia.
Es difícil conseguir a unos primeros espadas de las letras como son Juanjo Armas Marcelo, Jorge Edward, Héctor Abad, Antonio Muñoz Molina y Fernando Aramburu.
Cada uno dentro de su casuística y estilo, fue un  placer oír por unas horas a estos hombres desgranando su sabiduría a un público tan mayoritario como entregado; y la relación tan fructífera que establecieron entre dos conceptos, a veces, encontrados, pero que ellos han hecho coincidir en sus respectivas novelas, resultó un gozo de los que pocas veces se alcanza en estos derroteros, variantes y peliagudos a veces, de la literatura.
Me centraré en los dos últimos con los que confieso tener  una afinidad rayando en el fanatismo, producto de mucho libro leído bajo su autoría, y un amplio análisis desde mis pobres coordenadas de lectora contumaz y reflexiva.

Muñoz Molina es, además de Académico y poseedor de cuantos premios se conceden en España, hombre digno de interés por algunas de sus cualidades personales. Para mí, la primera será siempre su coherencia. Desde los lejanos tiempos en los que nos llevó con un velo de misterio y música de jazz a enamorarnos de Lisboa, pasando por el triunfo “Planetario” del Jineta Polaco y las veleidades de Beltenebros, mezcladas con las inmensas Ventanas de Manhattam y Sefarad, para llegar a Todo lo que era sólido y especialmente a la que desmenuzó en su charla, La Noche de los Tiempos, M. Molina no ha travestido su punto moral ni su línea ideológica lo más mínimo. Sigue siendo, en las novelas y –creo que en su vida- el joven de Úbeda cuyos pies continúan anclados en las rojizas tierras del  pueblo jienense.
Sosegado, cercano, con una humanidad que le desborda, la conversación sobre los entresijos de cualquier historia, elaboradas con trozos íntimos de cotidianidad, jirones de pensamientos ocultos, y hechos a ras de suelo, fue literatura en sí misma de una calidad casi filosófica y trascendente. Tener acceso, aunque sea por instantes, a la brillantez de una exposición  tan personal, es un lujo literario y humano.
Junto a él, para acabar el ciclo, nos regalaron a Fernando Aramburu, el hombre del momento para los medios en literatura, feliz autor del libro más premiado y vendido del año, Patria, el mismo que desbrozó en la charla con dotes de persuasión tan elevadas como su capacidad de concentrar lectores y oyentes.
Aramburu es un escritor herido en sus raíces por el problema que su tierra abarca desde hace la tira de años, el terrorismo criminal que no ha cesado de ensangrentar Euzkadi mientras él crecía bajo la alarma de los tiros y explosiones casi cotidianas. Su explicación personal de la necesidad de poner en papel el drama que tanto le conmovía, 
fue sentida y auténtica, como lo son sus personajes en esa novela radical y humana hasta límites increíbles.
Anteriormente, en su otro libro, Los peces de la amargura, ya avanzaba el destino de su prosa limpia y sensible. Aramburu es hombre con apariencia sombría y un interior transparente, buscador de libertades y mares abiertos, de mundos compartidos y necesidad de diálogo entre hombres y pueblos. El placer de oír sus palabras no tiene,  o tuvo precio.
Por todo ello, valgan estas letras apresuradas y todavía con el calor de las jornadas en la mente, para agradecer a todos los que las hicieron posibles .
Sería bueno y bonito que algunos otros se diesen cuenta de que cuando las cosas se hacen bien y con altura de miras, este pueblo, tan denostado a veces, responde. Todavía puedo oír y ver al gentío y los aplausos.
                                                                                                   
Ana María Mata
(Historiadora y Novelista) 


2 comentarios:

AMUM dijo...

Totalmente de acuerdo ,Ana.Todo un acierto la elección de ponentes .Fueron unas jornadas de mucha altura.Gracias a la Fundación Banús y a la profesora Carmen Díaz.

Ana E. Venegas dijo...

Gracias Ana, ha sido verdaderamente un ciclo esperado y necesario para ciudadanos sedientos.